Escritos Sobre Arte Mexicano
Jean Charlot

Editado por Peter Morse y John Charlot

© 1991--2000
Peter Morse y John Charlot

Notas Bibliográficas
Índice


Prólogo: Alfredo Zalce, Estampas de Yucatán

En vano pretenden etnólogos abrirse paso entre las complejidades de la cultura maya con métodos lógicos, midiendo ángulos faciales, comprobando metabolismos, acumulando estadísticas. Pero en donde fracasa el cientista, el artista logra el gol, sin saber cómo y casi sin anhelarlo, sustituyendo con la intuición estética al conocimiento razonable, llevado por el puro gusto de manejar la magia negra y blanca del medio litográfico.

En estos soberbios dibujos Alfredo Zalce prueba la unidad entre un rústico presente y el imperial pasado de Yucatán, abriéndonos panoramas extensos donde el esfuerzo subterráneo del cientista-topo no tuvo éxito en abrirse paso hacia la luz.

El viajero que mira con sospecha al indio de la mesa central, encobijado en su sarape como monolito, y como tal inmovible, tachará también de flojo al indio maya, cuyo elegante cuerpo baila hasta en su trabajo una danza lenta, reflejando el ritmo de las hamacas, cuando danzan su siesta al mecer del pie sólo despierto, cuerpos ahilados de calor.

Olvida el viajero que en otro milenio esta misma raza enraizó en la selva yucateca plataformas de piedra sobre las cuales las pirámides alzan, hasta alturas de rascacielos, templos labrados y pintados a semejanza de una cultura muerta. Tal arte ilustra un concepto plástico ideal, tan poco apegado al realismo fotográfico, como lo fue en otro continente, y casi en otro planeta, el ideal griego. El perfil maya--nariz aguileña, frente baja, párpados abultados y prominente labio borbónico, cráneo achatado verticalmente y alargado en lo horizontal--extraña al amante de lo clásico, entusiasma al modernista, gourmand de deformaciones.

La savia antigua corre todavía en la mente, en las costumbres y en los huesos mismos del indígena de hoy: en Chichén-Itzá, en el Templo de los Guerreros, un hieroglífico representa una mano manipulando la masa de maíz sobre la tabla de un metate. En las cercanías del antiguo templo, dentro de humildes chozas con paredes de caña y techos de palma, manos vivientes ejecutan a diario la misma tarea. Hoy, como cuando se la pintaba en los códices, la mujer color de canela viste el inmemorial huipil, blanco, amplio y cuadrado, encima de una falda blanca, amplia y cuadrada, transformada, más allá de las indiscreciones de la anatomía artística, hacia las severas cumbres de la geometría.

El desorden exaltado de la selva, el misterio de los cenotes abandonados, toda esa pintoresca óptica del lejano país, son para el artista un pretexto para ahondar paisajes espirituales no menos complejos y misteriosos. En esto, el grabador se diferencia del turista, acercándose al punto de vista indígena, a la actitud del cazador de venados o de tigres, propiciando con ofrendas humeantes de copal efigies antiguas todavía temibles, aunque devoradas por una flora más implacable que una fauna.

El campesino cortando las animales hojas del maguey, nobles piernas encajadas en una armadura de trapos; el pescador cuyo perfil es modelado por herencias tan antiguas como el nacimiento del mismo mar, son acaso descendientes de la real estirpe de Xu, cuyo escudo fue el pájaro azul volando en un cielo cerúleo. Esas campesinas, lánguidamente remando en una chinampa delante de follajes cuyas raíces beben en lo hondo del oscuro río, tienen pensamientos enraizados igualmente profundos en una cultura tan grande y tan perdida como la del mismo Atlantis.

La técnica empleada es simbólica del proceso sutil por el cual el artista logró recibir respuestas a cuantas cuestiones se le había olvidado pedir. Esas litografías son ejecutadas en la manera negra de la cual Zalce es el gran maestro. Entintada la piedra al empezar, el dibujo es después raspado en claro. Hasta los blancos más deslumbrantes--montañas de sal cristalizada secándose al luminoso calor del mediodía, inmaculados huipiles reflejando un sol en su cenit--contienen algo de esta oscuridad inicial, lo bastante para comprender que no es la intención del artista darnos una réplica del deslumbrante trópico, ni sugerir, por la gama de los grises, la rica paleta de verdes, ocres y magentas de un país todo en tecnicolor, aunque sí lo logra hacer en passant.

 

Galo Galecio, Grabador Ecuatoriano

Prólogo a Retrato de la América Latina hecho por sus Artistas Gráficos

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